sábado, 19 de marzo de 2016

Palacio Bosch

Por Carlos Szwarcer

El Palacio Bosch, edificio ubicado en la ciudad de Buenos Aires, es la actual Residencia Oficial del Embajador de los Estados Unidos de Norteamérica.

En la zona del Jardín Zoológico, próxima al parque de Palermo, Ernesto Bosch y su esposa, Elisa de Alvear mandaron construir su casa. Bosch venía de concluir su desempeño como Representante del Gobierno Argentino en Francia, y acababa de ser llamado a Buenos Aires por el presidente electo Roque Sáenz Peña para ocupar el cargo de Ministro de Relaciones Exteriores. Como muchos argentinos, el matrimonio y su familia habían pasado una larga temporada en Paris, alternando sus funciones oficiales con la vida mundana y elegante de la bélle époque.


Los Bosch no dejarían París sin encargar el proyecto de su residencia porteña al prestigioso arquitecto René Sergent, quien debió diseñar el palacio para el jefe de la diplomacia argentina, volcando todo su oficio, practicado a través de una amplia experiencia entre la nobleza europea.

La materialización del edificio no fue sencilla ni barata. Hicieron falta decenas de detallados planos, materiales y decoraciones enviados desde el otro lado del Atlántico. Y la fiel interpretación de los arquitectos Eduardo Lanús y Pablo Hary, encargados de la construcción. Todo bajo la constante incertidumbre y altos costos que supuso el desarrollo de la Primera Guerra Mundial, con naves amenazadas por torpedos al cruzar el Atlántico. Sin embargo, el 6 de septiembre de 1918 se abrieron a la vida social los salones de la residencia convocando al Buenos Aires más elegante. En 1924, se alojó el príncipe Humberto de Savoia, heredero de la corona de Italia, en visita oficial a la Argentina.

De Versalles a Palermo

El palacio Bosch es uno de los mejores proyectos de René Sergent. Excelente recreación del grand hotel particulier del siglo XVIII, tiene como fuente de inspiración más probable el Chateau de Bénouville, en Normandía, construído por Claude Nicolas Ledoux, cuya obra Sergent apreciaba especialmente.

Como los otras dos grandes residencias diseñadas por Sergent para dos hermanos de Elisa Alvear de Bosch, el Palacio Errázuriz y la villa Sans Souci, este palacio se inscribe entre los mejores ejemplos de la corriente que recreó el clasicismo del siglo XVIII francés a principios del siglo XX. Colaboraron con Sergent importantes figuras en el campo del paisajismo y la decoración, Achille Duchéne fue el encargado de trazar los jardines de la residencia y el prestigioso André Carlhian tuvo a cargo la decoración interior.

Luz y geometría

El volumen exterior simple y potente demuestra el refinamiento del diseño en las elegantes fachadas delineadas en función del espacio exterior que enfrentan. Así, la principal es el grandioso marco de la cour d´ honneur y enfrenta con imponencia el parque del otro lado de la Avenida. La lateral, sobre la calle Darregueyra, forma parte de un cuadro que integra el templete clásico del paseo público -expresamente construido a tal efecto- y que evoca una de las vistas del Petit Trianon de Versailles. El frente posterior, en cambio, se corresponde con el diseño del jardín, su complemento inescindible, y que los autores consideraban como un "salón al aire libre".


En el interior, los secretos de la armonía del edificio se encuentran en la red de ejes que organizan sus espacios. Sutilmente interconectados, estos ejes permiten guiar la procesión del visitante a través de los salones y establecer la jerarquía de las perspectivas. Innumerables y sutiles juegos de simetrías, reflejos y continuidades hacen del conjunto una obra de singular jerarquía arquitectónica donde la arquitectura con mayúscula y el gran juego del clasicismo están basados en el dominio de la geometría y de la luz.

Washington en Buenos Aires

Cinco años más tarde, poco antes del famoso crash financiero de 1929 y de la revolución de septiembre de 1930, la propiedad cambiaría definitivamente de dueño iniciándose también otra etapa para la residencia.

Poco después de la visita a Buenos Aires del presidente electo Herbert Hoover, el embajador norteamericano Robert Woods Bliss logró vencer las resistencias de Ernesto Bosch y su mujer, y adquirió el edificio siguiendo la estrategia definida por el Departamento de Estado, que buscaba potenciar la presencia norteamericana en el exterior a través de enclaves diplomáticos que reflejaran su espíritu y su imagen.

Ninguna otra residencia porteña recreaba mejor un rincón de Washington que el neoclásico Palacio Bosch. En siete décadas, el edificio fue importante testigo de encuentros, desavenencias o coincidencias, fue, en suma, un importante escenario de la historia diplomática entre los dos países. Albergó a varios presidentes norteamericanos, como Franklin Delano Roosevelt, en 1936, Dwight Eisenhower, en 1960, o George Bush, en 1994, en visita oficial a la Argentina. Allí vivieron varios embajadores de nota, como el sutil Norman Armour, durante los cruciales tiempos de guerra; el controvertido Spruille Braden, durante el ascenso de Perón al poder, y el perspicaz James Bruce, quien publicara esclarecidas páginas sobre la Argentina.

Los arquitectos Lanús y Hary, sus constructores, fueron fundadores de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Buenos Aires y tomaron al Palacio Bosch como ejemplo para ilustrar sus recordadas clases teóricas que tenían como lema la siguiente frase: "Necesita el país tener muy buenas casas, antes que tener grandes monumentos".

Fuente: Fabio Grementieri
http://detallesdebuenosaires.blogspot.com.ar/

viernes, 18 de marzo de 2016

Atardecer en el Congreso de la Nación

Por Carlos Szwarcer

Atardecer en el Congreso de la Nación Argentina.
Ciudad de Buenos Aires


Imagen:: Miguel César, 2012.
http://bahiacesar.com/

miércoles, 9 de marzo de 2016

Buenos Aires en tinta china (Attilio Rossi)

Por Carlos Szwarcer

El crítico y artísta italiano Attilio Rossi, nació en 1909 en Albairate, y falleció en 1994 en Milán. Cruzó el siglo XX  abordando una exquisita experiencia pictórica,  transitando el arte abstracto, llegando a las fronteras más avanzadas del arte figurativo.

A comienzos de los años cincuenta publicó un libro con 130 diseños,  prologado por Jorge Luis Borges y con poemas de Rafael Alberti.


En uno de sus dibujos observamos la Av. Alem en su cruce con la calle Sarmiento.


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domingo, 6 de marzo de 2016

Los Espejos (Jorge Luis Borges)

Por Carlos Szwarcer
La Venus del espejo (Velázquez. 1651)

Los Espejos
Jorge Luis Borges

Yo que sentí el horror de los espejos
no sólo ante el cristal impenetrable
donde acaba y empieza, inhabitable,
un imposible espacio de reflejos

sino ante el agua especular que imita
el otro azul en su profundo cielo
que a veces raya el ilusorio vuelo
del ave inversa o que un temblor agita

Y ante la superficie silenciosa
del ébano sutil cuya tersura
repite como un sueño la blancura
de un vago mármol o una vaga rosa,

Hoy, al cabo de tantos y perplejos
años de errar bajo la varia luna,
me pregunto qué azar de la fortuna
hizo que yo temiera los espejos.

Espejos de metal, enmascarado
espejo de caoba que en la bruma
de su rojo crepúsculo disfuma
ese rostro que mira y es mirado,

Infinitos los veo, elementales
ejecutores de un antiguo pacto,
multiplicar el mundo como el acto
generativo, insomnes y fatales.

Prolonga este vano mundo incierto
en su vertiginosa telaraña;
a veces en la tarde los empaña
el Hálito de un hombre que no ha muerto.

Nos acecha el cristal. Si entre las cuatro
paredes de la alcoba hay un espejo,
ya no estoy solo. Hay otro. Hay el reflejo
que arma en el alba un sigiloso teatro.

Todo acontece y nada se recuerda
en esos gabinetes cristalinos
donde, como fantásticos rabinos,
leemos los libros de derecha a izquierda.

Claudio, rey de una tarde, rey soñado,
no sintió que era un sueño hasta aquel día
en que un actor mimó su felonía
con arte silencioso, en un tablado.

Que haya sueños es raro, que haya espejos,
que el usual y gastado repertorio
de cada día incluya el ilusorio
orbe profundo que urden los reflejos.

Dios (he dado en pensar) pone un empeño
en toda esa inasible arquitectura
que edifica la luz con la tersura
del cristal y la sombra con el sueño.

Dios ha creado las noches que se arman
de sueños y las formas del espejo
para que el hombre sienta que es reflejo
y vanidad. Por eso nos alarman.

martes, 1 de marzo de 2016

Escudo del Fuerte de la Ciudad de Buenos Aires

Por Carlos Szwarcer

La conctrucción del fuerte de la ciudad de Buenos Aires se inició en 1595 y después de varias refacciones se finalizó recién a comienzos del siglo XVIII, siendo demolido en 1882 Se encontraba emplazado sobre la barranca del Río de la Plata, que en ese entonces llegaba a menos de cien metros de la Plaza de Mayo. Ocupaba el mismo sitio que hoy ocupa la Casa Rosada, sede del poder ejecutivo de la República Argentina. Llegó a tener una muralla de piedra, con un foso que lo rodeaba, un puente levadizo sobre la plaza, con baluartes en sus ángulos con cañones y edificios interiores.



El Escudo en mármol tallado del fuerte, exhibido en el Museo del Bicentenario, es el Escudo Real de España . Perteneció al antiguo Fuerte de Buenos Aires en cuyo portal de entrada se encontraba emplazado desde la época de su construcción hasta la declaración de la independencia en 1816.

Presenta los blasones de Castilla León y Granada, así como el de la Casa Real de Borbón. Exhibe la Corona Real y la Orden del Tolsoi de oro (orden de caballería fundada en 1429 por el duque de Borgoña y conde de Flandes, Felipe III de Borgoña).
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