sábado, 27 de septiembre de 2014

China Zorrilla, algo más que una gran actriz

por Alejandro Michelena

La semana que pasó todos los temas habituales de la agenda periodística rioplatense pasaron a segundo plano y entraron en un cono de sombra, al difundirse la noticia de la muerte de China Zorrilla. De ahí en más: cataratas de información, imágenes del sepelio, declaraciones de famosos de variado pelo y de políticos ídem, comentarios variopintos, semblanzas, evocaciones, llenaron páginas de diarios, semanarios y revistas. La televisión y la radio apostaron a sus movileros en lugares estratégicos durante los fastos fúnebres, cubriendo tanto los momentos culminantes como nimiedades, al tiempo que se repetían en el audio lugares comunes alusivos a los hechos. Y las redes sociales tornaron virales decenas de fotografías de la actriz, de todas sus épocas y de muy diversa entidad (desde escenas teatrales culminantes, pasando por teleteatros, escenas hogareñas, encuentros casuales, e incluso no faltaron lo que hoy se denomina “selfies”).

En este pandemónium, que tuvo de todo, escasearon sin embargo las perspectivas más profundas. Se echaron de menos las semblanzas y retratos desde el lugar de la crítica teatral y de espectáculos, y más todavía los análisis que tan larga y variada trayectoria merecen. Habrá que esperar que las aguas mediáticas amainen su agitación, para que asomen las miradas de mayor profundidad en torno a la figura de Concepción Zorrilla, conocida por todos por el sobrenombre de China.

CHINA ZORRILLA - comienzos de los 60 en París
en gira con Teatro de la Ciudad de Montevideo
VELAR SE DEBE LA VIDA DE TAL SUERTE…

El lema de los Zorrilla de San Martín, que ocupa un lugar destacado en la casa solariega del poeta de La leyenda patria y Tabaré en Punta Carretas, y que fue además la máxima que rigió su existencia, bien se puede aplicar a su nieta famosa recientemente fallecida. El mismo reza: “Velar se debe la vida de tal suerte que viva quede en la muerte”.  La de China fue una vida vivida a su aire, a su manera, desarrollando una vocación de actriz que cubrió todos los registros y formatos posibles, dándose el lujo de ser apreciada por los espectadores exquisitos y a la vez querida por el gran público. Y queda “viva en la muerte” gracias a su enorme e innegable talento, que se puede apreciar en tantas películas en las que participó, en filmaciones teatrales, y hasta en los culebrones argentinos que contaron con su presencia.

Y este recuerdo vinculado a su célebre ancestro nos puede ayudar a ubicarnos frente una figura más compleja de lo que puede dar a entender la visión mediática predominante sobre ella. En los comienzos fue Concepción Matilde Zorrilla de San Martín Muñoz, de origen patricio por ambas ramas familiares (su madre, Guma, era hija de Daniel Muñoz, que fuera intendente de Montevideo y también escritor, ejerciendo la crónica bajo el seudónimo de Sansón Carrasco). En ella el catolicismo estricto de los Zorrilla se matizó con el talante liberal de los Muñoz, con el agregado de la condición de artista de su padre el escultor José Luis Zorrilla de San Martín, lo que en gran parte explica la amalgama que forjó la peculiar personalidad de China. En los años cuarenta era inimaginable que una señorita de clase alta montevideana estudiara teatro, y que muy joven viajara sola a estudiar teatro a Europa; tal la regla general, pero no en su caso por lo esbozado antes.

CHINA ZORRILLA - con Mario Benedetti
Sin embargo, su bautismo teatral en 1943 tuvo por escenario un grupo –diríamos  hoy- “políticamente correcto” acorde a su entorno social y formación de colegio de monjas: Ars Pulcra, de la Asociación de Estudiantes Católicos. Allí debutó en La anunciación a María, de Paul Claudel –prestigioso escritor católico francés- dirigida por Román Vignoli Barreto. Atrás había quedado su infancia transcurrida en París, donde su padre perfeccionaba sus recursos expresivos con el célebre escultor Antoine Bourdelle; donde ideó y ganó el concurso para el Monumento al Gaucho, que oficia de eje en la leve curva de 18 de Julio en el límite entre el Centro y el Cordón.

La beca del British Council ganada en 1947, que le permitió iniciar la aventura europea residiendo en Londres para estudiar en la Real Academia de Arte Dramático, aparte de las herramientas técnicas del oficio la liberó definitivamente de un destino convencional.  A su retorno, en el 49, se integra a la Comedia Nacional y comienza su etapa más conocida.  Durante diez años actuó en ochenta obras de variado perfil; dirigida por la gran actriz catalana Margarita Xirgú se la vio en La Celestina, de Fernando de Rojas, Bodas de sangre, de Federico García Lorca, en Sueño de una noche de verano y Romeo y Julieta, de Shakespeare, en Tres hombres y una mujer, de Calderón de la Barca. Y también trabajó allí bajo la batuta de grandes de la dirección rioplatenses como Armando Discépolo (en Locos de verano) y Orestes Caviglia (Nuestro pueblo de Thornton Wilder,  y El soldado de chocolate de Bernard Shaw).

Esta síntesis de sus participaciones en los espectáculos de la Comedia Nacional viene a cuento para recordar el rigor artístico que la marcó, en un período de actividad profesional pero todavía formativo, y la ayudó en esa su proverbial versatilidad para  papeles muy diversos. Ejemplos de lo dicho: su composición notable de la Madre coraje de Bertold Brecht, su protagónico en La Gaviota de Chejov, su brillante participación en Los gigantes de la montaña de Pirandello.

Una comediante de raza

Pero sin duda donde más ha descollado el arte interpretativo de China Zorrilla fue en la comedia. Tal cualidad fue –más allá de su extensa carrera- lo que le permitió lograr en muy poco tiempo, al cruzar a Buenos Aires en 1971, un rápido suceso. Pero vale hacer un balance de su trayectoria en la comedia, siempre signada por la excelencia.

Desde sus protagónicos en aquella aventura que fue en 1961 el Teatro de la Ciudad de Montevideo, junto a Antonio “Taco” Larreta y Enrique Guarnero, con éxitos resonantes y giras internacionales, pasando por  Fin de semana, de Noel Coward, Filomena Marturano, de Eduardo de Filippo, Plaza suite, de Neil Simon, Sabor a miel, de Shelagh Delaney, entre muchísimos otros espectáculos de permanente éxito de público.

Illio témpore con Enrique Guarnero
 en la Comedia Nacional
Al cruzar a Buenos Aires proyectó su talento al cine y también a la televisión, donde incluso se la pudo ver en muchos teleteatros. Alberto Migré logró convencerla de dar ese paso, algo que le había generado  algunas dudas; a la larga la presencia de China en esos culebrones los calificó con sus geniales composiciones de personajes de barrio y costumbristas. Pero el punto más alto de su presencia en la televisión argentina estuvo en el recordado ciclo de Alta Comedia, donde actuó con otros grandes de la escena como Narciso Ibáñez Menta, Inda Ledesma y Pepe Soriano. En ese ciclo se la pudo ver en El tobogán, de Jacobo Langner (había participado en la versión teatral montevideana años antes), y nada menos que haciendo de la malvada Elvira en Esperando la carroza. Encarnó también atractivos personajes de Oscar Wilde, Antón Chejov y Eugene O`Neill, y participó en ciclos unitarios como Atreverse, Mi mamá me ama y La salud de los enfermos, con la dirección de Alejandro Doria.

TRIUNFO EN BUENOS AIRES

Con problemas con la censura en el Uruguay que se precipitaba hacia la dictadura, China Zorrilla cruzó el Plata contratada para actuar en Un guapo del Novecientos, dirigida por Lautaro Murúa. Allí comenzó un romance con el cine que la llevó a trabajar bajo la batuta directriz de Leopoldo Torre Nilsson en La Maffia, de Luis Puenzo en La Peste, de María Luisa Bemberg en Señora de nadie, de Alejandro Doria en Darse cuenta y Esperando la carroza, de Marcos Carnevale en Elsa y Fred y Tocar el cielo, de Oscar Barney Finn en Contar hasta diez y Cuatro caras para la victoria, de Raúl de la Torre en Pubis angelical y Pobre mariposa, de Edgardo Cozarinsky en Guerreros y cautivas, de Adolfo Aristariain en Últimos días de la víctima, de Carlos Gallettini en Besos en la frente, de Manuel Antín en La invitación, de Juan José Jusid en Los gauchos judíos, de Héctor Olivera en Las venganzas de Beto Sánchez, de Fernando Ayala en Dios los cría, entre muchos otros.

La pudimos ver en un pequeño papel en La tregua, dirigida por Sergio Renán, secuencia especialmente escrita para ella por Mario Benedetti. También la dirigió en cine su compañero de tantas aventuras, Taco Larreta, en su debut en la pantalla oscura, con Nunca estuve en Viena. Y su presencia cinematográfica siguió hasta avanzado el nuevo milenio, actuando en el 2008 en Sangre del Pacífico, dirigida por Boy Olmi.

Pero en la orilla porteña lo suyo siguió siendo el escenario teatral. Las obras de Noel Coward fueron uno de sus caballos de batalla. Querido mentiroso –basado en la correspondencia entre la actriz Patrick Campbell y George Bernard Shaw- fue un éxito resonante, con su compatriota Villanueva Cosse (otro actor que triunfó en Buenos Aires) como partenaire. Jacobo Langsner le proporcionó textos de lucimiento como Una corona para Benito y Una margarita llamada Mercedes. Participó en El camino de la Meca, de Athol Fugard. Logró otro suceso con El diario de Adán y Eva, de Mark Twain, junto a su también compatriota y exitoso en la calle Corrientes, Carlos Perciavalle. Y con el monólogo Emily, basado en la obra La bella de Amherst de William Luce en torno a la poeta norteamericana Emily Dickinson, con la que recorrió Latinoamérica y llegó a Nueva York. Este monólogo pretextó su retorno triunfal a Montevideo en 1984, luego de los años de exilio.

Pero también se animó a probar la dirección teatral: había empezado con óperas en el Sodre, todavía en Montevideo. En teatro dirigió Ha llegado un inspector y Esquina peligrosa de Priestley, Arlecchino servidor de dos patrones de Carlo Goldoni, La pulga en la oreja de Feydeau, Perdidos en Yonkers de Neil Simon, para nombrar algunas.

LAS CEREMONIAS DEL ADIOS

En el año 2008 la gran actriz –ya rioplatense a esa altura, por elección y fervor de los públicos de ambas márgenes del gran río- sufrió una insuficiencia respiratoria y debió ser internada. Y al cumplir noventa años, en el 2011, se retiró de la escena volviendo al poco tiempo a Montevideo, donde se fue de este mundo la semana que pasó.

El teatro, ese oficio apasionante y único, donde ante nuestros ojos los actores encarnan historias y personajes que nos transportan y nos alegran, nos entristecen, sacuden y conmueven, tiene una condición efímera. Quedan los textos, pero de quienes ponen el arte y la vida en el escenario quedan apenas los comentarios y críticas, las fotos, las referencias, tal vez algún video. Por suerte –en el caso de China Zorrilla- su larga presencia en el cine y su paso por la televisión nos ayudarán a mantener viva de alguna forma la memoria de su arte.

Eva y Victoria

Fue uno de los tantos sucesos escénicos de China Zorrilla en sus largos años en Buenos Aires. Lo peculiar era el tema de la obra: una posible entrevista –que no tuvo lugar- entre Eva Perón y Victoria Ocampo.

Esta fue una intelectual de clase alta, de enorme prestigio internacional y de talante progresista (había apoyado a la República Española en la Guerra de España), que llevaba adelante la revista y la Editorial Sur. Allí se publicaba la gran literatura de entonces a nivel mundial, aparte de lo más calificado de la región y Latinoamérica. Cayó en desgracia después del año 45 por sus cuestionamientos al Peronismo.

China Zorrilla y Soledad Sylveira en Eva y Victoria
Esta fue una intelectual de clase alta, de enorme prestigio internacional y de talante progresista (había apoyado a la República Española en la Guerra de España), que llevaba adelante la revista y la Editorial Sur. Allí se publicaba la gran literatura de entonces a nivel mundial, aparte de lo más calificado de la región y Latinoamérica. Cayó en desgracia después del año 45 por sus cuestionamientos al Peronismo.

En la entrevista de ficción que dramatiza la obra, Luisina Brando encarnó a Eva y China Zorrilla a la Ocampo. A esa altura China se sobraba, y aparte de “bordar el personaje” como se suele decir,  se dio el lujo de hacer guiñadas al público acerca de su propio origen patricio. Fue otro éxito rotundo en una trayectoria cargada de aplausos.

Otras parejas de actrices interpretarían ese diálogo, pero esta versión –por ambas actrices, es de justicia decirlo- quedará en la memoria de los miles que lo pudieron ver.

Alejandro Michelena

Esta semblanza de la trayectoria de China Zorrilla apareció publicada, originalmente, en el semanario montevideano 7n (miércoles 24 de setiembre de 2014).