martes, 12 de diciembre de 2006

DEL PATIO AL UNIVERSO

por Carlos Szwarcer


El sopor de algunas tardes me hacía devanar los sesos pensando en qué podía gastar mi tiempo ocioso. Solía encontrar ocupaciones bastante útiles al vecindario. Por ejemplo, cortaba un pedazo de elástico, al que blandía como instrumento letal, que me convertía en un justiciero cazador de molestas moscas. Silente me acercaba a ellas destrozándolas con morboso placer infantil contra las paredes, las macetas, el mármol de la mesada y el piletón de Doña Dora.

Cruzaba ese patio y luego el zaguán que me llevaba directo a la calle, donde comenzaba el ritual de los juegos con mis amigos de aventuras: Jaime, José, Enrique, Simón, el flaco Toriani, Beto, “el Rulo”, Dumi, Salo, “Pichón” y tantos otros. Parecíamos un grupo de energúmenos poseídos detrás de una rotosa pelota, jugando a nuestro deporte favorito: el fútbol. Las figuritas, las bolitas, el balero, las escondidas, los primeros equilibrios con la bicicleta y numerosos entretenimientos formaron parte de una época en la que la diversión era más simple y las voces del barrio también eran distintas, universales. Tiempos en que casi todos nuestros padres eran argentinos, pero la mayoría de nuestros abuelos habían llegado de todos los lugares. Por eso, cuando nos llamaban los vecinos, escuchábamos: nene, pibe, íngale, ragazzo, chaval, manzebiko… (1)

Algunos días, a la hora del crepúsculo, me sorprendían preguntas profundas, entonces dejaba mi rol de niño juguetón, travieso, asesino de incautos insectos. Eran los años de “la guerra fría”, en los que se hablaba de “espías”, de “Vietnam”, de un Muro levantado en Berlín y de “la carrera del espacio”. Dibujaba naves espaciales de todo tipo en mi cuaderno borrador de hojas cuadriculadas, y en aquellos atardeceres rutilantes miraba absorto el cielo y el centelleo de las estrellas; filosofaba con Don León, mi vecino esmirlí (2), en el "gran patio" común del inquilinato (3), discurríamos sobre la belleza de la esfera celeste, especulábamos con la posible existencia de "marcianos" que, tal vez, habitaran en un Universo tan vasto.

Un chico inquieto jugando a veces, inconscientemente, con la vida de pequeños seres de la naturaleza, abierto al asombro o escrutando las alturas, era el preludio de mi desvelo por lo desconocido, la inclinación hacia la indagación, las preguntas sobre la vida y la muerte, el interés por comprender el complejo y contradictorio presente, tan perpetuo como efímero, mi obsesión por el pasado, y la incertidumbre sobre un futuro que, por aquellos días, me parecía tan enorme y lejano.


Notas:

1) Niño, joven: en castellano, idish (habla de los judíos ashkenazíes, italiano, djudesmo (judeo-español).
2) Natural de Esmirna (Izmir, Turquía). Ciudad con una importante presencia de sefaradíes (judeo-españoles).
3) Tipo de vivienda en la que generalmente vivieron muchos inmigrantes. Predio amplio y antiguo, cuyas habitaciones se alquilaban a varias familias. Conventillo. Casa de vecindad.

* Un recuerdo de la infancia del autor transcurrida en la calle Padilla, en el barrio de Villa Crespo. Ciudad de Buenos Aires. Argentina.

Carlos Szwarcer
Publicado en “Los Muestros” Nº 65. Diciembre de 2006. Bruselas (Bélgica).

martes, 14 de noviembre de 2006

CARLOS SZWARCER: “UN CAMINO DIFÍCIL DE TRANSITAR”

Carlos Szwarcer es historiador y periodista. Nació en Buenos Aires, Argentina, ciudad en la que cursó la carrera de Historia en la Facultad de Historia y Letras de la Universidad del Salvador y el Ciclo Pedagógico en la misma Facultad. Fue conductor y productor del programa "Esta es otra Historia" en FM.88.V. López, entre 1992 y 1994; columnista invitado del bloque de Historia en el programa "El Refugio de la Cultura", AM. Radio América, en 1994 y 1995. Realizó la cobertura periodística de eventos culturales, políticos y educativos; Investigó para guiones de espectáculos y documentales, y desarrolló y seleccionó Efemérides para la producción de programas radiales. Es investigador histórico de Barrios e Instituciones de Buenos Aires, autor de artículos, ensayos, narrativa, etc. publicados en su país y el exterior, integrante del Grupo APH (Área de Protección Histórica) de Villa Crespo durante 2003y 2004. Colabora en Todo es Historia (Bs. As. Argentina) Revista Cuadernos del Tortoni (Bs. As. Argentina), Buenos Aires Cultural (Bs. As. Argentina), Revista del CECAO (Centro de Estudios Culturales: Pcia. de Córdoba (Argentina), Letras-Uruguay (Montevideo. Uruguay), Raíces (Madrid, España) y Los Muestros (Bruselas, Bélgica/ B.Hills, USA), entre otros medios.

Dictó conferencias en entidades privadas e Instituciones dependientes del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (Instituto Histórico de la Ciudad de Buenos Aires, Comisión de Preservación y Promoción de Cafés Notables de la Ciudad de Buenos Aires) sobre historia de Buenos Aires; la temática de dichas conferencias está relacionada con la inmigración, costumbres, tradiciones y diversidad cultural. Participó en el emprendimiento "Patrimonio de los Barrios", de la Dirección General de Patrimonio (Secretaría de Cultura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires) con textos e imágenes para la definición de los Hitos Históricos Barriales incorporados como material didáctico para entidades educativas y de divulgación general. Auspiciado por la OEI (Organización de Estados Iberoamericanos). 2003-2005. Desde 2003, coordina diversas visitas a hitos históricos barriales en el marco del emprendimiento "Los Barrios Porteños… Abren sus Puertas", organizado por Dirección General de Patrimonio Secretaría de Cultura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (actual Ministerio de Cultura).

Carlos Szwarcer y María González Rouco

Para conversar sobre la inmigración y otros temas, lo entrevistamos en Buenos Aires.

-Como muchos investigadores argentinos te interesás por la inmigración a partir de una circunstancia personal, el hecho de que tu abuelo materno y tu padre hayan sido propietarios del Café Izmir ¿Cómo viviste esa situación en tu infancia?

-En mi caso, aunque mis padres nacieron en la Argentina, mis cuatro abuelos llegaron de países muy lejanos, Ucrania y Turquía, sin duda esto debe haber marcado en mí cierta inclinación por los temas sobre inmigración. Mi abuelo fue el dueño del Café Izmir desde fines de los años ´30 hasta 1965, cuando falleció, y mi padre y un tío quedaron a cargo cuatro años, hasta 1969, momento en el que venden el fondo de comercio a una familia asturiana. Si bien el Café es todo un ícono de Villa Crespo y del Buenos Aires cosmopolita, un sitio renombrado a tal punto que fue designado Café Notable de la Ciudad de Buenos Aires, en mi infancia no tuvo el impacto que puede suponerse: mis recuerdos dentro del Izmir, de hecho muy agradables, son simplemente los de un pequeño que iba a visitar a su abuelo al lugar de trabajo; él me convidaba un yogurt o una gaseosa y yo me la pasaba jugando al fútbol entre las mesas y sillas con las chapitas de cerveza o gaseosas que estaban en el piso. Cosas de pibe que me hacían muy feliz. Pero las imágenes y vivencias del Café influyeron muchos años después cuando comencé a dedicarme a la investigación histórica y tomé conciencia de que ese sitio había sido mucho más importante de lo que suponía.

-¿En qué momento te diste cuenta de esa importancia?
-En la Facultad nos dieron para leer fragmentos de la novela Adán Buenosayres, de Leopoldo Marechal y quedé perplejo cuando me encontré, inesperadamente, con varios pasajes dedicados al Café, tomado como escenario de sorprendentes situaciones. Darme cuenta de que fue observado atentamente por este escritor que describió hechos y personajes tan particulares, me dio vuelta la cabeza, es decir, en ese momento sí comencé a tomar conciencia de que el Café Izmir, más allá de mis recuerdos de infancia, había sido algo más que el Café de mi abuelo, al que yo de tanto en tanto iba a visitar por las tardes. Vislumbré que en la gente, que en el barrio, había tenido más importancia de la que yo le había dado. A partir de ese momento comencé a indagar más detenidamente en la historia de mi familia y fue el motor para la búsqueda imperiosa de la verdadera historia de ese lugar, más allá de la ficción del Adán.

-¿Es cierto que conservás muchos elementos del Café?
-Sí, tal vez por ser el nieto mayor y dedicarme con pasión a la historia, mi madre me fue dando las fotos y elementos que pertenecieron al Café, vajilla, instrumentos musicales, los discos de pasta que allí se pasaban, montones de cosas. Además, antes de que lo demolieran, no sólo intenté evitar su desaparición sino que ante las topadoras, con gran esfuerzo, hice lo posible porque no se perdieran para siempre algunos restos materiales que hoy forman parte, con todo lo demás, de una colección que, seguramente, servirá para mostrar el material tangible de ese lugar tan particular y vinculado, muy especialmente, con la inmigración y la convivencia pacífica de la diversidad cultural.

-¿Estudiaste historia para ahondar en el tema de la inmigración?
-No, inicialmente en absoluto. Había estudiado un año de Medicina en La Plata y rápidamente percibí que aquello no era lo mío. Encontrar mi vocación me llevó a buscar información sobre arqueología, antropología. Al poco tiempo iniciaba la carrera de Historia, me orientaron a ella con el argumento de que en Argentina, con esta disciplina, tendría más perspectivas, y la encontré afín a mi tendencia humanística. Ya en las primeras clases comprendí que era lo mío. Mi impulso inicial fue entender el complejo presente y sabía que para éso tenía que conocer el pasado. Quería tener respuestas sobre los comienzos de la humanidad. Luego me encontré con las herramientas para indagar sobre los vericuetos de mis orígenes, es decir, sentí que estaba en el camino correcto para hallar el hilo conductor entre mis ancestros y el contexto en el que llegaron a la Argentina. Además, el haber vivido mi infancia en un inquilinato de la calle Padilla, en Villa Crespo, el contacto con tanos, gallegos, “rusos”, “turcos”…, la verdad que parecía un sainete, esas cosas te marcan. Recuerdo las fiestas de cada colectividad, nos reuníamos todos en el gran patio sin importar demasiado qué se festejaba, compartíamos. Era otra época, ni mejor ni peor, distinta. Aunque no podemos decir que no se armara alguna batalla, algún desaguisado entre tanta gente junta, claro, la perfección no existe ni existirá, pero siento un dejo de nostalgia por esa convivencia, por la solidaridad que existía… era un valor muy importante.

-Entonces buscaste darle sustento científico a tus vivencias
-Ciertamente, aquello inicial estaba presente embrionariamente, y después latente en los estudios en la Universidad, pero lo que me condujo a los temas relacionados con la inmigración, a ahondar en ellos, verdaderamente, fueron situaciones de comienzos de los años 90 cuando falleció mi padre y al poco tiempo una hermana de mi abuelo. Tal vez ésto me llevó a la puerta del Café Izmir. Hacía muchísimos años que no pasaba por allí. Vaya a saber qué fui a buscar, pero comencé a recopilar desesperadamente testimonios de vecinos, de habitués, de hijos de habitués. Seguramente quise, en parte, encontrarme otra vez con el Café Izmir de mi infancia y la realidad es que en cada informante encontré un mundo. La gente mayor que me abría sus puertas para contarme sobre el barrio y el Izmir me llevaba, inevitablemente, a la inmigración, eran relatos de inmigrantes. Fueron años de mucha investigación en fuentes y de dedicación a la historia oral. Fue el comienzo de mi pasión por esta temática. Las decenas de testimonios me dieron un material riquísimo en vivencias y anécdotas que suelen formar parte de mis artículos, ensayos y sobre todo de mi narrativa.

-En las visitas que guiás para el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, difundís estos temas. ¿Cuándo comenzaste con esta actividad?
-En el año 2003 me convocó a dar una charla el Instituto Histórico de la Ciudad de Buenos Aires y la Dirección de Patrimonio de la entonces Secretaría de Cultura para participar del asesoramiento sobre Hitos Históricos para los Desplegables Didácticos Barriales, primeramente sobre Villa Crespo y más tarde otros barrios. Luego, me invitaron como coordinador de algunas visitas en el Emprendimiento “Los Barrios Porteños Abren sus Puertas”, así participé desde entonces en Villa Crespo, Balvanera, Colegiales, San Nicolás. Ya van cuatro años. Generalmente las visitas se relacionan con lugares que de una u otra manera están vinculados a la inmigración: el Café Izmir, el recorrido por la Calle Gurruchaga, El Conventillo de la Paloma, el tango, teatros, templos, comunidades…

-¿Qué significa para vos poder escribir sobre la inmigración argentina en medios del exterior?
-Desde luego que mucho porque, como vos sabés, el investigador termina su prolongado y arduo trabajo recién cuando da a conocer el resultado del mismo. Pero que escribiendo sobre Argentina, particularmente sobre Buenos Aires, se interesen en mi material publicaciones importantes de España, Bélgica, Estados Unidos, etc., que divulguen estas historias tan nuestras en medios tan lejanos, indudablemente, me pone muy contento, aunque te diré que, a veces, uno se sorprende que le den más trascendencia afuera.

-Otros de tus puntos de interés son el Café Tortoni y el Museo del Tango, también relacionados con la inmigración. ¿Desde qué punto de vista te aproximás a estos temas?
-La revista “Todo es Historia”, en el 2002, publica mi artículo “El Café Izmir”. Menciono allí que Alejandro Rafael Alboger, mi abuelo materno, fue lustrabotas y luego mozo y mêtre del Café Tortoni hasta hacerse cargo del Izmir, dejándole el lugar a mi tío abuelo Yaco, el que con el tiempo termina siendo accionista del Café de Avda de Mayo. En el 2003 Roberto Fanego, uno de los dueños del Tortoni, leyó aquel artículo y decidió dedicar la Revista “Cuaderno del Tortoni” Nº 9 a los dos Cafés, solicitándome que la escribiera. Así surge “El Tortoni y el Izmir – un nexo para la historia”. Obviamente, además de Marechal, esos dos hermanos Alboger, judeo-sefaradíes, provenientes de Turquía, tienen que ver y mucho con la inmigración y con los dos Cafés. El material se presentó en Abril de 2003 en la Bodega del Café, la Sala Quinquela Martín, con el auspicio de la Secretaría de Cultura y la Comisión de Bares Notables de la Ciudad. En cuanto al Museo Mundial del Tango… cubrí su inauguración para un medio del interior y además ese día tan especial se entregaba al público presente un tríptico con fragmentos de mi artículo “Gardel y el Tortoni”, basado en mi investigación sobre la presentación en el Café del Morocho del Abasto en una recepción a Luigi Pirandello…

-También Gardel en tus investigaciones…
-¿Sabés qué pasa? el tango es parte de Buenos Aires y aunque soy de la época del rock el tango también me llega, lo escuchaban y bailaban mis viejos. Soy porteño hasta la médula y además me pusieron de nombre Carlos por Gardel, mi vieja era fanática de él. En el 2004, el 11 de diciembre, Día del Tango, se hizo una exposición en el Museo de la Casa de Carlos Gardel y allí un sector fue dedicado a la muestra Carlos Gardel y el Café Tortoni, con elementos del Café de principios del siglo XX y textos míos. Fue un momento muy emocionante.
-
¿Y el interés por el Teatro Maipo? Parece un tema muy distinto de los anteriormente mencionados.
-En cierta forma, la inmigración también tuvo mucho que ver con el desarrollo del teatro en Buenos Aires. Pero lo del Maipo fue inesperado, un trabajo de investigación encargado. En Agosto de 1994 se produjo la reapertura del teatro por parte de Lino Patalano y Julio Boca. Un tiempo antes recibí el llamado telefónico de la productora de cine y televisión Clara Zappettini para ofrecerme la investigación sobre la historia de los inicios de esa sala de espectáculos. Dado el escaso tiempo formé un pequeño grupo y nos pusimos a trabajar a full. Fue una experiencia muy interesante porque gran parte de lo relevado no se conocía y sirvió para realizar un documental llamado “Raconto del Teatro Maipo” y para la base de los textos del guión del espectáculo en el que, el 22 de Agosto de ese año, participaron Sandro, Gasalla, Tania y otros. A partir de ese trabajo me interesé en el Scala y el Esmeralda, los dos teatros que estuvieron en el mismo predio que el Maipo, y profundicé aquellos primeros enfoques. En el año 2004 “Todo es Historia” publica “Prehistoria del Teatro Maipo”, donde recorro el camino desde la zarzuela en España, los orígenes del teatro de Revista, la actividad del Scala, del Esmeralda y llego a 1922, cuando comienza a funcionar el teatro, efectivamente, con el nombre actual.

-¿En qué trabajás actualmente?
-Soy bastante obsesivo y perfeccionista pero al mismo tiempo anárquico, mejor no mires mi escritorio, pero normalmente tengo un trabajo adelantado, digamos central, sobre el que me dedico a full mientras mantengo abiertas investigaciones laterales y escritos que sigo puliendo hasta terminarlos. Actualmente estoy redondeando relatos sobre los sefaradíes en Buenos Aires para publicar en próximos meses; una investigación sobre Milagros de la Vega y también comencé a tomar testimonios para relevar datos y dar a conocer historias y anécdotas sobre un par de cafés de Buenos Aires. En fin… quizás el tema que hace un par de años me desvela es la realización de una exposición sobre inmigración a partir de los materiales del Café Izmir. Me perturba mirar hacia atrás y ver que en los últimos diez años fallecieron más de la mitad de las personas de edad, de nuestros mayores, aquellos que me brindaron oportunamente su testimonio de vida, y que sus vivencias sirvieron para rescatar de un olvido seguro parte de sus tradiciones, de nuestros orígenes, de nuestra forma de ser.

-Se te ve muy comprometido con la preservación…
-Es que hay tanto para hacer, para sacar a la luz, historias todavía desconocidas que son parte de nuestra identidad y que se perderán si no tomamos testimonios, si no escuchamos esas voces, si no recuperamos esos recuerdos. Estos hechos de la realidad me movilizan para buscar una salida, una respuesta al problema de la preservación de nuestro patrimonio cultural, no es suficiente lo que se hace. Últimamente, algunos escollos me motivaron a poner en marcha la organización de una estructura que sea espacio de encuentro de interesados en proteger, contar, divulgar estos temas, alentar las iniciativas, tal vez por medio de una Fundación u otro mecanismo acorde a estas necesidades. Es importante lograr recursos que financien proyectos de investigación y publicación sobre inmigración y diversidad cultural. Es un camino difícil de transitar pero creo que vale la pena intentarlo.

Maria Gonzalez Rouco para: LETRAS-URUGUAY, Montevideo, 2006

viernes, 20 de octubre de 2006

RODAS: MEMORIA Y LEGADO

- exposición inaugurada en Buenos Aires-

Por Carlos Szwarcer


El 18 de octubre pasado se inauguró la exposición “Rodas: Memoria y Legado” en el ámbito del Museo de la Shoá (Holocausto). La interesante y didáctica muestra da a conocer la historia de los judíos sefaradíes procedentes de esta isla del Mar Egeo, a la que llegaron luego de la expulsión de la península Ibérica ocurrida a fines del siglo XV.

Muchos de los descendientes nacidos en la isla o bien llegados a la misma desde Cos, Esmira (Izmir), Estambul (Istambul), etc., se afincaron desde comienzos del siglo XX, entre otras ciudades, en Buenos Aires. Los rodeslíes arribados a la capital de la República Argentina se concentraron mayoritariamente en el barrio de Colegiales y fue el Centro Comunitario Chalom, originado legalmente en el año 1929, la institución madre que reunió a aquellos primeros inmigrantes. Para la actividad religiosa erigieron el templo de la calle Olleros 2876 (inaugurado en 1937), que desde entonces fue su fundamental punto de encuentro, si bien promueven intensamente acciones culturales, sociales y deportivas.

Buenos Aires cuenta con “El Museo de la Shoá” - fundado en 1993-, institución que tiene entre sus objetivos mantener viva la memoria del holocausto, para que hechos de esa naturaleza nunca más se repitan, a partir de actividades que impulsen las manifestaciones del arte y la cultura. En esta oportunidad ha cedido sus instalaciones para el significativo evento cultural de la pujante comunidad sefaradí proveniente de Rodas; es menester recordar que ésta fue víctima de la barbarie nazi, de la que se calcula que sobrevivieron apenas unos 150 judíos de los casi 2000 que vivían allí en 1943.

En el edificio de la calle Montevideo 919, minutos después de las 19 hs., dio comienzo el acto con la presencia de numeroso público. El presidente de la Fundación Memoria del Holocausto Dr. Mario Feferbaum dio la bienvenida a los presentes, y en sus primeras palabras reconoció cierta exclusión del tema sefaradí dentro del amplio marco de la comunidad judía, aludiendo a una probable forma de discriminación.

Marcelo Benveniste, integrante de la comunidad -quien junto a su esposa, Liliana, y un pequeño grupo, han sido los principales promotores de esta exposición -, comentó el esfuerzo y dedicación que se necesitó para realizar esta singular muestra. El Ing. Ernesto Kazez, de Chalom, se refirió a la historia del “Sefer Torá”: rollo de 800 años de antigüedad que contiene el Pentateuco y que varios estudios científicos indican como originario de España. Estas añosas y sagradas escrituras sobrevivieron a los siglos, utilizándose en las ceremonias religiosas de una de las sinagogas de la ciudad de Rodas y fueron protegidas por la autoridad musulmana: "Chief Mufti", durante la ocupación nazi de la isla en la 2ª Guerra Mundial. Desde 1984 pasaron a estar custodiadas por el Centro Comunitario Chalom en Buenos Aires, cuando el presidente de esta institución, Salomón Notrica, las recibió de manos de Maurice Soriano, Presidente de la Comunidad Judía de Rodas. El rollo sagrado hoy constituye una de las piezas más interesantes de esta exhibición.

El Dr. José Menascé, uno de los vicepresidentes de la Fundación Memoria del Holocausto y sefaradí sobreviviente de la Shoá, realizó un raconto de la historia de la comunidad de la isla de Rodas desde su origen hasta la actualidad y enfatizó la necesidad imperiosa, a comienzos del siglo XXI, de preservar la memoria.

A continuación, en la planta baja, se pudo recorrer la muestra de la artista Raquel Avzaradel de Yohai, descendiente de rodeslíes. Se destaca su serie de doce bellísimos cuadros con la imagen exquisitamente colorida de distintos sitios de la ciudad de Rodas. Inmediatamente se accedió al primer piso donde se encuentra, en una de las varias vitrinas, el Sefer Torá. Mapas, gigantografías, fotos, menciones a oficios, negocios, cementerios, música, documentos, y vestimentas de época, manteles, bogos, libros, utensillos religiosos, enseres de cocina, en su mayoría cedidos por particulares, pudieron observarse en un marco agradable, donde la estética y la información cumplen ampliamente con el objetivo de crear el interés por el conocimiento de esta comunidad.

“Rodas: Memoria y Legado” se extenderá hasta el 16 de noviembre y contará entre sus actividades con videos, conferencias, conciertos, proyección de películas, etc. Es una de las ricas manifestaciones de la diversidad cultural de Buenos Aires y un excelente modelo del esfuerzo de una comunidad que quiere contar su historia, mostrar sus raíces. De algún modo es el mensaje de cómo sobrevivir aún en la adversidad. Será por eso que antes de comenzar la exposición, Liliana Benveniste entonó la canción "Arvoles yoran por yuvias", cantada por los judíos sefaradíes llevados a los campos de concentración; su letra traduce el dolor sentido por el desarraigo, paradójicamente, es una canción de amor que habla de la amada que está lejos, del anhelo, de los sueños y las ansias por estar junto a ella. Esta introducción artística, posiblemente, resume la vida cotidiana de los judeo-sefaradíes en el transcurso de su larga historia: la esperanza aún en las viscicitudes. Una enseñanza.


Carlos Szwarcer
Buenos Aires, octubre de 2006.

martes, 10 de octubre de 2006

“PATRIMONIO CULTURAL: PUNTO DE CONTACTO RIOPLATENSE."

- entrevista al Arq.Horacio Spinetto -

Por Carlos Szwarcer

El 7 y 8 de octubre pasados se celebró en Montevideo el Día del Patrimonio, jornadas organizadas por el Ministerio de Educación y Cultura, la intendencia de Montevideo y el Ministerio de Turismo. Nos encontramos con el Arq. Horacio Spinetto, coordinador del emprendimiento “Los Barrios Porteños Abren sus Puertas” (dependiente de la Dirección General de Patrimonio del Ministerio de Cultura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires), quien formó parte de la comitiva porteña llegada a la capital de la República Oriental del Uruguay.

- ¿Cómo surgió la idea del viaje a Uruguay en el día del Patrimonio del vecino país?

- Fue a raíz de una invitación oficial realizada por la Intendencia de Montevideo, el Ministerio de Turismo y la CAMBADU (Institución que apoya y nuclea al comercio minorista).

- ¿Quienes fueron representando a la Dirección General de Patrimonio del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires?

- Por la Dirección General de Patrimonio fuimos Silvia Agostino y yo, y por la Comisión para la Preservación del Patrimonio Histórico Cultural Patricia Corradini.

- Las actividades desarrolladas fueron intensas...

- Sí, realmente fueron muy intensas. Recorrimos edificios de alto valor patrimonial (Teatro Solís, Sala Zitarrosa, Casa Museo Zorrilla de San Martín, Palacio Delucchi, el BID, el Centro Gallego, el Mercado del Puerto, los depósitos del Puerto con techo realizado por el Arq. Eladio Dieste, etc.), y además realizamos, junto a gente de la CAMBADU, un circuito por los Cafés y Bares montevideanos destacados: Brasilero, Fun Fun, Tabaré, Roldós, Rondeau, Rey, Almacén Cavalieri, Micon´s, Montevideo Sur, Bacacay, Tasende, La Picada, Monteverde, Yatasto, etc. Además concurrimos a diversas charlas y conferencias que sobre la obra del arquitecto Dieste se ofrecieron. La compañía y guía permanente de los arquitectos Nery González, Leonardo Gómez y Mónica Bacchi, junto a la escribana Dorys Rodríguez, permitió que pudiéramos aprovechar y disfrutar plenamente nuestra estadía.

- ¿Cual es la situación en Uruguay en relación a la defensa del patrimonio cultural?

- Que esta haya sido la edición número 12 del Día del Patrimonio, habla a las claras del interés uruguayo por la defensa de su patrimonio cultural. Es de destacar que estas jornadas se celebraron no sólo en Montevideo, si no en todo el país, participando en ellas las diferentes intendencias municipales y el Ministerio de Turismo, además de una muy interesante cantidad de empresas privadas.

- En cuanto a la toma de conciencia de la necesidad de preservación del patrimonio tangible e intangible ¿qué diferencias y semejanzas puede marcar entre los dos países?

- Tanto en Buenos Aires como en Montevideo la necesidad de la preservación del patrimonio cultural se ha instalado en la vida cotidiana, siendo por lo tanto un tema que poco a poco va ocupando el espacio que realmente merece. La concientización y el reconocimiento de instancias que corresponden a nuestra verdadera identidad son la base, junto a una adecuada legislación, para el desarrollo de una obra de preservación seria y sincera.

- ¿La estrategia en defensa de los Bares Notables parece servir de modelo. Una delegación uruguaya llegó a Buenos Aires para interiorizarse de los planes implementados en esta ciudad verdad?

- Durante el pasado mes de septiembre una delegación uruguaya visitó la Subsecretaría de Patrimonio Cultural del Ministerio de Cultura del GCBA y se interesó por la labor de nuestra Comisión de Protección y Promoción de Cafés, Bares, Billares y Confiterías Notables de la Ciudad de Buenos Aires, creada por Ley 35 del año 1998.
En lo que hace al caso montevideano, cabe manifestar que a fines del año 2002 se aprobó el Decreto Municipal 30.168, mediante el cual quedó constituida la Comisión de Apoyo y Promoción de Comercio con giro de "Café y Bar" o "Almacén y Bar", integrada por delegados de la Intendencia y la Junta Departamental de Montevideo, el Ministerio de Turismo y CAMBADU, siendo esta última institución la promotora de la iniciativa.
En los años siguientes esta Comisión llevó a cabo un minucioso relevamiento de los locales, asignándoles un particular valor en cuanto a su valor testimonial, previendo para ellos la puesta en marcha de programas de "apoyo y promoción", algunos de los cuales ya se han concretado y otros están a la espera de la disponibilidad de los recursos necesarios.

- Van a desarrollar acciones conjuntas en estos temas?

Sería muy interesante poder concretar algunas acciones conjuntas, que certificaran la identidad del patrimonio cultural rioplatense.

¿A qué conclusiones arribaron luego de este intercambio cultural entre ambos paises?

Que son muchísimos los puntos de contacto entre porteños y montevideanos / montevideanos y porteños (además del tango, los cafés y el fútbol), rioplatenses al fin, y que ha llegado el momento de evidenciarlos trabajando juntos, y mostrárselos al mundo.


Carlos Szwarcer
Buenos Aires, octubre de 2006.

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viernes, 6 de octubre de 2006

Galería de fotos 04


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Publicación del 2º Encuentro Internacional sobre Literatura y Artes Plásticas en la AMIA.
Julio de 2003.


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Carlos Szwarcer en el 2º Encuentro Internacional de Literatura y Artes Plásticas exponiendo: "El Bar Izmir, ícono Sefaradí de Buenos Aires". AMIA. Buenos Aires. Julio de 2003.


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En la Inauguración del "Museo Mundial del Tango", con Horacio Ferrer.
 Buenos Aires, diciembre de 2003.


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Mario Clavel y Carlos Szwarcer en la Inauguración del "Museo Mundial del Tango".
 Buenos Aires. Diciembre de 2003.

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En la Sala Quinquela Martín, Bodega del Café Tortoni,
con el representante cultural de la Embajada de Turquía, Ali Findik y Sra. Abril de 2003.


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Triptico "Gardel y el Tortoni".
Basado en el artículo del mismo nombre, publicado en "Buenos Aires Cultural".


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Con Roberto Fanego, dueño del Café Tortoni. Buenos Aires. 2006.


viernes, 29 de septiembre de 2006

BARRIO DE COLEGIALES Visita a la Comunidad Chalom

por Carlos Szwarcer 

El 28 de Septiembre fue una tarde hermosa y soleada de inicios de primavera, momento propicio para acercarse a Colegiales, en el noreste de la ciudad de Buenos Aires. El lugar tiene el privilegio de lucir por esta época el espléndido verde de sus calles arboladas. La apacible calle Olleros, que cruza el barrio y las vías del tren, anida a la altura del 2876 a la Comunidad Chalom. Ese día, el emprendimiento “Los Barrios Porteños Abren sus Puertas” (iniciado en el año 2003 por la Dirección General de Patrimonio, dependiente de la entonces Secretaría - actual Ministerio - de Cultura del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires), programó los recorridos por los Hitos Históricos de la Comuna 13 (Barrios de Colegiales, Belgrano y Núñez) y solicitó al Centro Comunitario aludido poder ser visitado por los vecinos para conocer la Institución y su valiosa historia.
Me acerqué para cumplir la grata tarea de coordinador del evento (1) y, minutos antes de la hora pactada, en la puerta del Templo encontré un numeroso público que superó largamente el cupo inicial de 30 personas. Fuimos recibidos por el Lic. Pedro R. Malewicz, Presidente de la Comunidad Chalom, la que fuera legalmente creada a fines de los años ´20 del siglo pasado por inmigrantes de origen judeo-español procedentes de la Isla de Rodas.
Apenas pasadas las 14 hs. comencé un breve recorrido por la historia del barrio que aquí resumimos: las primeras parcelas se otorgaron a la Orden de San Ignacio de Loyola a comienzos del siglo XVII. Pero luego de la expulsión de los Jesuitas, las instalaciones de los religiosos fueron utilizadas por los Virreyes como lugar de descanso, tal como harían años después los alumnos del antiguo Colegio San Carlos, para esparcimiento y recreo durante las vacaciones. Recordamos que de la Chacarita de los Colegiales, tal como se la conocía por entonces, partieron tropas para la defensa de la ciudad durante la Primera y Segunda Invasión Inglesa. También se mencionó que desde este sitio se inició el recorrido del ejército que llevó al Litoral y Paraguay el ideario de los revolucionarios de Mayo de 1810. Asimismo las tropas de Rosas y los indios prisioneros de la Expedición al Desierto se alojaron en aquellos terrenos y, con el paso del tiempo, las lamentables epidemias de cólera de 1867 y fiebre amarilla de 1871 dieron origen a la creación del actual Cementerio de la Chacarita.
El paso del tranvía tirado por caballos de los hermanos Lacroze, la Federalización de Buenos Aires y la incorporación de los pueblos de Belgrano (dentro del cual se encontraba Colegiales) y Flores al ámbito de la Capital, la inauguración de la Estación de tren “Colegiales” del Ferrocarril Central Argentino y otros tantos hechos que dinamizaron la zona, favorecieron el asentamiento de grupos de inmigrantes en el último cuarto del siglo XIX y los primeros años del XX. Españoles e italianos, especialmente, fueron los que más aportaron a la cantidad del flujo inmigratorio, sin embargo, otras nacionalidades y etnias fueron esparciéndose por estos lares de la periferia que comenzaron a ser atractivos a los recién llegados. El parcelamiento de lo que habían sido las viejas chacras y grandes campos, la venta de lotes, fue un momento propicio y en este contexto llegaron al barrio, entre otros grupos, también los sefaradíes. (2)
Ingresamos al templo y Marcelo Benveniste, integrante de la Comunidad Chalom, pasó a relatar la historia del origen de los sefaradíes, coincidencias y diferencias geográficas y culturales con los ashkenazíes, la otra gran vertiente del judaísmo; la llegada a la Argentina y al barrio de Colegiales de los rodeslíes (término utilizado para designar a los judíos sefaradíes procedentes de la isla de Rodas). Continuó narrando la organización de la Institución con la firma del Acta de Fundación del Centro Cultural Recreativo en 1929 y la inauguración del Templo en 1937, construido por el Arq. Alfredo Joselevich y subrayó la importante labor religiosa, educativa y de beneficencia desarrollada por dicho Centro Comunitario. A continuación la concurrencia fue invitada a sentarse en el recinto sagrado y siguió atentamente a Marcelo Benveniste y a Diego Elman en la explicación de temas relacionados con la religión y el ritual. Fueron numerosas las preguntas de un público ávido por conocer distintos aspectos relacionados con el culto y, a pesar de la complejidad de estos ítems, fueron contestadas de manera sencilla y clara para la comprensión de todos los visitantes. Nuestros anfitriones hicieron notar la austeridad del edificio y su ornamentación, señalándola como parte de una concepción que busca acentuar el brillo en la espiritualidad más que en aspectos materiales. Se recordó a los mártires rodeslíes del Holocausto, cuyos nombres figuran escritos en placas sobre las paredes del Templo. Por último, para el regocijo de los presentes, la cantante e investigadora Liliana Benveniste cantó una bella y antigua canción llamada “Una tarde de Verano”, versión marroquí extraída de un romance llamado Don Bueso y su Hermana. que redondeó el encuentro en un clima de especial sensibilidad permitiéndome, a modo de cierre, definir el evento cultural, transitado durante dos horas magníficas, como un aporte interesantísimo para abordar el conocimiento de nuestra diversidad cultural y, fundamentalmente, “una fiesta para el espíritu.”
Notas
1) Segunda visita al lugar. La primera la realizamos en Septiembre de 2004.
2) Palabra que deriva de “Sefarad”, nombre que antiguamente se le daba a España. Sefaradíes: judíos que vivieron en la península ibérica y que a fines del siglo XV fueron expulsados, iniciando una diáspora por el norte de Africa, el Imperio Otomano, Francia, Holanda, Inglaterra, Italia, los Balcanes, entre otros lugares.

Carlos Szwarcer
Buenos Aires, Septiembre de 2006.
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jueves, 15 de junio de 2006

Galería de fotos 03


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Desplegable Barrial Didáctico del Barrio de Villa Crespo. "El Conventillo de la Paloma".

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Desplegable barrial didáctico del barrio de Villa Crespo.
 Entre sus Hitos Históricos el "Café Izmir



 
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domingo, 28 de mayo de 2006

Galería de fotos 02

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Visita al Teatro Maipo: año 2005. Vilma Ferrari, del teatro;
a la derecha Carlos Szwarcer y Silvia Agostino, de la Dirección de Patrimonio.
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Escuela Tomasa de la Quinatana de Escalada:
Encuentro "Historia y Memoria de Villa Crespo". Carlos Szwarcer y Alberto Farina.
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domingo, 12 de marzo de 2006

EL GRITO DEL DIFUNTO

Por Carlos Szwarcer


Transcurre el año 1920. A los pocos meses de llegar a Buenos Aires, Alejandro recibe una infausta noticia: una carta enviada desde Esmirna, Turquía, le informa que su adorada madre ha fallecido inesperadamente, días después de dar a luz a su pequeño hermanito. La lectura de ese papel rugoso y lejano lo impacta de tal modo que lo tira y pisotea una y otra vez contra las baldosas. Violentamente arroja su cajoncito de lustrar botas - con el que se gana la vida - y comienza a pegarse el pecho con los puños, aulla como un animal herido. Al fin se lleva las manos al rostro desencajado, y comienza a llorar.

En esa habitación mínima del inquilinato de la calle 25 de Mayo, cercana al puerto, compartida con dos paisanos, el desmedido y severo ataque de nervios pasa -con la velocidad de un rayo- del temblor descontrolado a una rara inmovilidad y cae pesadamente al piso. Sus compañeros de pieza, desesperados, lo acomodan sobre su cama e intentan reanimarlo, le abofetean las mejillas, le sacuden los hombros, pero no hay reacción.

Muis asevera desconsolado: “¡Se murió Alejandro... Se murió Alejandrico!” Jacobo lo hace callar: “¡Dancavé (1)... el Dió ke no mos traiga!”(2). Lo ven tan tieso y cadavérico que llaman a la Asistencia Pública. La llegada del médico, desmorona rápidamente cualquier esperanza: lo da, efectivamente, por muerto, ante la angustia de los amigos y vecinos.

Es viernes, los sábados no se entierra; aceleran los trámites fúnebres. No es justo que termine así, con tanta vida por delante. ¡Ke ora negra y preta! (3), se escucha a Estrella, una de las vecinas: “Famiya (4) que no tiene el manzebiko (5)... a ken dizirle. Están todos en Turkiya” (6), agrega desorientada. La sala y el patio se van poblando. Deambulan conocidos y curiosos meditabundos. Un allegado, providencialmente, por aquél "...perdido por perdido" o bien porque no se resiste a creer en el diagnóstico del profesional, decide llamar a un médico particular, de su confianza. Las miradas perdidas de los más íntimos y los llantos entrecortados de las mujeres agobia más el cansino paso del tiempo, marcado en lánguido compás por el péndulo del reloj de pared. Unos minutos o un siglo después llega el otro galeno y comienza a revisar nuevamente y detenidamente al occiso, de arriba abajo, de la cabeza a los pies, de los pies a la cabeza. Repentinamente, transforma su ceño fruncido en un gesto de ostensible contrariedad. Levanta la vista y, absorto, deslizando una mueca de excitación que no puede disimular, afirma entrecortadamente: "Este muchacho está vivo".

Después del lógico alboroto inicial, explica a los incrédulos y desconfiados presentes, que el joven inerte se encuentra en estado cataléptico, que podía hacer algo por él, si bien deja en claro que es un asunto por demás riesgoso, tanto que el enfermo de sólo dieciocho años podría quedar con alguna deficiencia física permanente. En esos instantes dramáticos, no hay ninguna otra cosa que elegir, es la vida o la muerte. Autorizado el médico a hacer lo necesario, aún a expensas de que el inmigrante esmirlí quedara con algún tipo de invalidez, procede a concentrarse sobre el método a utilizar para sacar del trance al paciente.

Muis, flaco y desgarbado, se aprieta entrelazando fuertemente los dedos huesudos de sus manos, como orando, y susurra: “¡Ke el Dió te avilumbre!” (7), palabras ininteligibles para el facultativo que da una vuelta alrededor de la cama y observa con curiosidad aquellos párpados que juzga sombríos, aunque el rostro juvenil conserva un halo de misterio. Coloca el dedo pulgar sobre la órbita de uno de los ojos y espera un momento para luego presionar fuertemente. Alejandro, el finado, pega un grito visceral, un sonido casi de ultratumba que estremece a todos, se incorpora en la cama como impulsado por un resorte. Su cuerpo sentado, intensamente agitado, sus ojos súbitamente abiertos emergen tan redondos y brillantes como dos lunas plateadas que perforan el umbrío espacio. Inmediatamente la sorpresa estalla como un vendaval que, como rara mezcla de estupor y júbilo, invade el cuarto.

- ¿Amán... Amán... Kualo es esto?”(8), exclama Jacobo, estupefacto.

En torno al frustrado "lecho de muerte”, sollozos y risas patéticas acompañados por saltos de alegría, instintivos movimientos que semejan una danza de seres perplejos delante del paisano sefaradí (9) vuelto a la vida. Su ataúd tendrá que esperar todavía unos largos cuarenta y cinco años para hospedarlo.

Contará luego Alejandro que había quedado paralizado dentro de un inevitable sopor, y que escuchaba, como de lejos, las voces y los llantos, pero que le era absolutamente imposible moverse o dar alguna señal. Durante ese “tiempo suspendido” pasaron por su mente imágenes difusas, de su “chikez”(10) humilde pero feliz, correteando por las angostas callejas de la judería. Trabajando desde muy chico como lustrabotas para ayudar a la familia. Cada hermano aportaba lo suyo, pero él era el mayor y le tocaba la responsabilidad de “abrir caminos” Rememora cada detalle de la doliente despedida de su familia... Sus labios secos por los nervios, alejándose por primera vez de su hogar, de sus colores, de sus sabores, de sus apegos, para buscar un nuevo horizonte para él y para el resto. Pero si algo quebró su ánimo fue la despedida de su mamá: antes de partir hacia el barco que lo traería a América, se sentó en el piso de la sobria casita del Karatash (11), apoyó su cabeza en el regazo de su madre, que sabiendo la gravedad del momento comenzó a canturrear fragmentos de antiguas romanzas de Sefarad (12), las mismas que le cantó por años a él y a sus hermanitos, para acunarlos, para que se durmieran serenos: “Nani, nani, nani... nani kere il hiyo...”(13). Alejandro retrasa la partida, no quiere marcharse, pero su madre insistirá: “Debes irte hiyico, aquí nada mos queda. ¿O Keres ir a la gerra? Vate kirido bojor. Nos adjuntaremos en Aryentina. ¡Agora tú, luego mozotros!” (14)

“Todo esto me pasaba por el “meoio”(15), relatará al reponerse. Mencionará el fuerte dolor en la frente y como, de pronto, se vio sentado en la cama, rodeado por un puñado de gente que lo miraba como a un fantasma. Este hecho, originado por la noticia de la muerte de su madre en su Turquía natal, hubo de quedar como anécdota familiar un tanto siniestra y de muy fuerte impacto en su familia por tres generaciones. En lo sucesivo, el esmirlí cada vez que alce su copa para brindar exclamará en hebreo lejaim (¡salud, por la vida!). Ese viernes nació de nuevo. “¡Mazal bueno tendrás!” (16), le auguró una anciana vecina sefaradí.

Alejandro formará una familia y trabajará sin descanso. De Esmirna fueron llegando todos sus parientes a Buenos Aires, menos su madre, claro. Muchos años después, días antes de su segunda y definitiva muerte, le comenta afligido a una de sus hijas: “No hago más que ver por todos lados el rostro de mi madre que me llama”. Insistirá en esas apariciones, presiente que algo habrá de ocurrirle. Su hija lo reta como a un niño, le pide que no piense en pavadas.

La semana siguiente, una tarde soleada de otoño, Alejandro fallece, a los sesenta y tres años. Buenos Aires, sigue su vertiginoso ritmo, como corresponde a una gran urbe. En uno de sus barrios, Villa Crespo (territorio sefaradí), siete días se prenderán velas y se leerá el Kadish (17). Alejandro tuvo una vida intensa, tanto que murió dos veces. Ni su mujer, ni sus hijas, ni sus nietos, lograron colmar del todo ese vacío abismal que jamás dejó de sentir por la separación y el desencuentro de quien le dio la vida. Las historias se tejen a veces dulces, a veces crueles. Nunca somos dueños completamente de nuestra existencia. Una tradicional canción de cuna llega desde tiempos inmemoriales y se renueva en cada generación. “Nani, nani, nani... nani kere il hiyo... hiyo de la madre... chico se haga grande...! ¡Ay... durmite mi alma...!” (18). Alejandro y su madre descansan en paz. Amén.


Notas

1) Dankavé: Individuo que atonta con sus palabras o por la repetición de las mismas.
2) ¡Qué Dios no nos traiga eso! (dicho que pretende alejar malos presagios)
3) ¡Qué hora negra y oscura! (Mal momento. Tiempo cargado de negatividad)
4) Familia.
5) Mancebo. Joven.
6) ¿A quién avisar? Están todos en Turquía.
7) ¡Qué Dios te alumbre, te ilumine!
8) Dicho que expresa asombro, sorpresa: ¿Qué es esto?
9) Aquí se refiere al inmigrante judeo-español, cuya lengua es el djudezmo.
10) Niñez, infancia.
11) Barrio judío de Esmirna.
12) Nombre hebreo de España.
13) Comienzo de una canción de cuna.
14) “Debes irte hijito, aquí nada nos queda. ¿O quieres ir a la guerra? Vete querido “bojor” (sobrenombre dado al hijo mayor). Nos juntaremos en Argentina. ¡Ahora tú,luego nosotros!”
15).“Todo esto me pasaba por la mente” (meoio: cerebro, cabeza, mente)
16) ¡Buena suerte tendrás! Mazal: suerte. Ante el infortunio se le desea que el futuro le traiga buena suerte.
17) Oración de homenaje a los muertos.
18) “Nani... quiere el hijo... hijo de la madre... chico se haga grande... ¡Ay... duérmete mi alma...!”

Carlos Szwarcer
Publicado en "Los Muestros" Nº 62. Marzo de 2006. Bruselas. Bélgica.