martes, 6 de mayo de 2003

EL TORTONI Y EL IZMIR *


Realizada el 23 de Abril de 2003. 19,30 a 21 hs. en la Sala Quinquela Martín del Café Tortoni. Disertó el historiador Carlos Szwarcer sobre "El Tortoni y el Izmir -un nexo para la historia-", artículo que integra el "Cuaderno del Tortoni Nº 9", el cual es presentado en esta ocasión.
Hicieron uso de la palabra previamente al orador principal, el Arq. Horacio Julio Spinetto, Presidente de la "Comisión de Protección y Promoción de los Cafés, Bares y Billares y Confiterías Notables de la Ciudad de Buenos Aires" y la historiadora Lily Sosa de Newton, miembro de número de la Academia Argentina de la Historia.
APERTURA DEL ACTO
Arq. Horacio Julio Spinetto:
"Les agradecemos mucho la presencia en este acto que vamos a realizar en la Bodega, en la Sala Quinquela Martín, del tradicional Café Tortoni. En esta oportunidad estamos reunidos para tocar el tema: El Tortoni y el Izmir - un nexo para la historia -. Pero primeramente quiero agradecer a varias personas que han hecho posible ésto y a otras que están aquí presentes. En primer lugar hay que agradecer al Sr. Roberto Fanego, uno de los propietarios del Café Tortoni y que es tan abierto a estas expresiones culturales. Le quiero agradecer también por su presencia al Sr. Alberto Mosquera Montaña, Presidente de la "Asociación Amigos del Café Tortoni", lo mismo que al diputado Fernando Finvarb, Presidente de la "Comisión de Cultura de la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires", que permanentemente apoya estos actos que tan bien nos hacen a todos, y finalmente quería agradecer a Alí Findík y Sra, Representantes Culturales de la Embajada de Turquía que han tenido la gentileza de acompañarnos en esta reunión.
… "esta reunión de esta noche y la correspondiente presentación del nuevo Cuaderno del Café Tortoni cuenta con los auspicios de la Secretaria de Cultura del Gobierno de la Ciudad y de la "Comisión de Protección y Promoción de Cafés, Bares, Billares y Confiterías Notables de la Ciudad de Buenos Aires".
…"Bueno, yo voy a contar antes de presentar a Lily Sosa de Newton, quien será la encargada de presentar al orador principal, cómo es mi llegada al Café Izmir. Alrededor del año 1999, año 2000, empezó la idea de elegir una cantidad de cafés que pudieran ser considerados NOTABLES dentro de la ciudad de Buenos Aires. En su momento se había tomado como parámetro para hacer esa selección, que como toda selección suele ser discutible, que fueran cafés que estuvieran en funcionamiento y que pese al tiempo transcurrido desde su apertura o creación mantuvieran dentro de lo que el tiempo y el buen manejo de sus propietarios lo permitían, algo de su espíritu original. Entonces se convocaron, se seleccionaron cuarenta cafés, uno se quedó en el camino, porque cuando el libro entraba en edición cerró el café, entonces quedaron treinta y nueve. Esos treinta y nueve cafés ocupan o abarcan una gama muy amplia, desde cafés irreprochables e insustituibles, como éste en el que estamos aquí presentes, hasta otros cafés pequeños, relativamente, si se me permite el término, "atorrantes", que también tienen mucho que ver con la esencia de los barrios y las costumbres de los habitantes de la ciudad de Buenos Aires. Algunos de ellos, seleccionados, tuvieron mucho que ver, no sólo el edificio que era atractivo y se mantenían determinadas características como ser la boisserie o el piso o las sillas, sino que en muchos de ellos habían ocurrido cosas realmente importantes o habían concurridos por personajes realmente notables.
Yo me acuerdo que se estaba en discusión de un determinado café, que no viene al caso nombrar..."porque habían habido modificaciones que lo cambian un poco, que no es exactamente..." Pero dejémonos de "macanas", ahí Cortázar empezó a escribir "Los Premios". Pum! Ahí "Café Notable". Entonces una de mis preocupaciones era el Café Izmir, que es permanentemente nombrado en la primer parte, básicamente, del libro Adán Buenosayres de Leopoldo Marechal. Entonces empezamos a buscar el Café Izmir. Bueno, obviamente todos sabemos que en Villa Crespo, la calle Monte Egmont quedaba ahí a la vueltita. Finalmente conseguimos la ubicación del café: Gurruchaga 432 y ahí fui y llego a un café, claro, aquel café turco que uno se imaginaba en Adán Buenosayres ya no era un café turco, entonces entro. Pedí, me acuerdo perfectamente, un cortado con una medialuna. El señor que me atiende no parecía turco. Obviamente me pongo a conversar con él y el señor se llamaba, Jesús Rodríguez, que era el propietario y entonces yo le pregunto: "¿Pero discúlpeme, este es el Café Izmir?"… "Sí, claro, me dice. Entonces, de abajo del mostrador saca una vieja placa enlozada con letras con ligera influencia "art noveau", letras blancas sobre fondo azul, esas chapas características, que decía: Café Ismir, de Rafael Alboger. "¡Ah bárbaro!, le dije. "…y porque no lo coloca". Me dice: "Hombre como lo voy a colocar en la puerta si ya no está..." "No, en la puerta no, acá adentro". Entonces me dice: "No hace falta porque la gente ya sabe, inclusive una hija de Leopoldo Marechal viene todos los meses con una amiga a tomar algo acá."
…El Café Izmir lamentablemente, cerró en el 2000, ya hace más de 2 años. Afortunadamente no cayó en el vacío su historia, yo tuve oportunidad de conectarme con Carlos Szwarcer, bueno, ver una magnífica nota que él escribió en "Todo es Historia" y ahora tenemos la suerte de que él presente este testimonio que ya luego verán en el "Cuaderno del Café Tortoni".
… Bueno, finalmente quería pasarle la palabra nada más ni nada menos que a Lily Sosa de Newton, historiadora, periodista, escritora. Yo recuerdo siempre "El Diccionario Biográfico de Mujeres Argentinas", que es una joyita, tampoco debemos olvidarnos que es miembro de número de "La Academia Argentina de la Historia". Nadie mejor que ella para presentar a Carlos Szwarcer. Lily...
"Gracias. Buenas noches apreciados amigos, amigos todos de Carlos. Con mucha emoción lo acompañamos nosotros porque sabemos lo que esto significa para su trabajo, para su carrera, cuanto ha luchado y sigue luchando para hacer todas estas cosas que a él lo gratifican como nos gratifican a todos los escritores, adentrarnos en estas historias nuestras y especialmente en la historia de Buenos Aires, que tiene tantos matices, tantas facetas y siempre hay algo nuevo para descubrir y realmente lo hemos descubierto a través de Carlos, de los trabajos de Carlos. Porque no sólo él ha actuado como historiador y como investigador sino como interesado directo, de sangre, porque su abuelo, Rafael Alboger, fue dueño del Café y él conserva los testimonios, los recuerdos, las fotos, es decir, es todo muy directo y éso le da más valor todavía al trabajo del él porque de otra manera las cosas se van perdiendo, van desapareciendo, en cambio estos testimonios no. Yo creo que lo que él ha escrito va a quedar como algo indiscutible porque es, como les dije, auténtico y directo, y yo sé la forma en que él trabaja.
Hace unos cuantos años que nos conocemos y siempre lo vi haciendo trabajos relacionados con la historia, en aquella época él tenía una audición de radio muy interesante y me hacía entrevistas y hablábamos sobre estos temas y siempre con enfoques muy interesantes. El ha sido tan… tan consecuente conmigo y por éso estoy yo acá, en carácter… en un carácter que él me ha asignado y que es el de "madrina literaria", que a mí me llena de orgullo, de alegría. De manera que yo le deseo mucho éxito con estos trabajos, ya él tiene entre manos otras cosas que no tienen nada que ver con los Cafés, pero temas también de Buenos Aires, así que seguramente muy pronto nos va a sorprender con otra investigación igualmente original y que nos va a llegar a las fibras más íntimas del corazón. Porque todo esto en realidad tiene que ver con nosotros mismos, con nuestra vida, con nuestra sensibilidad, con nuestras vivencias. Que siga todo así, hecho con mucho cariño, como todo lo que estás haciendo, y que los próximos trabajos sean también como éste y que tengamos la oportunidad de acompañarte también en la presentación, y decirte que además estás acompañado por una hermosa familia, que cree en vos y éso es muy importante y contribuyó a que yo te tomara tanto afecto, éso es muy lindo, porque habla de la persona en sí, de los sentimientos, de todo lo que sos capaz de brindar como persona y como profesional. De manera que mucha suerte Carlos y adelante, adelante y a ver que nos podés contar vos algo más sobre este tema."
"Bien… Buenas tardes a todos. Ya el Arq. Spinetto ha dado las gracias a muchas de las personalidades que están aquí presentes, así que yo en general quedo con estos agradecimientos para no repetirlos. Voy a decir dos palabras nada más sobre Lily, le agradezco aparte de sus palabras el hecho de que haya sido para mí prácticamente el motor de mi incursión en los artículos, porque estaba en los medios de comunicación, en la divulgación de la historia en la radio y ella me alentó permanentemente a que escribiera sobre mis investigaciones .
Se me acercó una señorita hace un rato, presentándose como una maestra del Colegio Desiderio Herrera, y para mí es un orgullo, porque en ese colegio, que está a una cuadra, a la vuelta del Café Izmir, estudié y me gratifica el hecho de que se haya acercado a escuchar la charla.
Como decía Lily Sosa de Newton aparte del interés que tenía yo sobre este tema por ser familiar directo de los protagonistas de esta historia, siendo por un lado nieto por vía materna del que fuera dueño del café Izmir durante más de veinticinco años, en fin, ésto me daba, de alguna manera, una especie de ventaja o plus, porque podía tener acceso a material de primera mano como la historia familiar y, por otra parte, a fotografías y demás que podían ser el núcleo de la historia que tenía que contar; aunque en este sentido conviene aclarar que aparte de la historia familiar, el trabajo, la columna vertebral de este trabajo, está documentado, justamente, en fuentes pero sobre todo en los testimonios orales de los vecinos, habitués e hijos de habitués del Café Tortoni y del Café Izmir.
Digamos que la motivación fue doble, por un lado como historiador y por otro como familiar de algunos protagonistas que tienen que ver con esta historia. Además, como muy bien dijo el Arq. Spinetto, hay otro personaje que tiene que ver con esta historia y es Leopoldo Marechal, porque justamente como bien mencionó, en Adán Buenosayres permanentemente él lleva esas imágenes del Café Izmir a la literatura.
Bien...el título "El Tortoni y el Izmir" - un nexo para la historia - , dos cafés importantísimos, como decíamos, "Cafés Notables". ¡Qué no se dijo ya del Café Tortoni! el más importante, el decano de los cafés de la ciudad de Buenos Aires, se dijo mucho, pero siempre, aún en las grandes Instituciones, hay algo más para contar. Sabemos que fue fundado hacia 1858 por Jean Touan, un francés, y que unos veinte años después se hizo cargo un compatriota: Celestino Curutchet que aparte era familiar.
Acá podemos resaltar el hecho de que desde que se fundó este café pasaron alrededor de 70 años bajo una misma familia y ésto es muy importante porque le dio cierto prestigio, fundamentalmente desde el punto de vista cultural. Curutchet va a fallecer hacia mediados de la década del veinte, hacia 1925 y se va a hacer cargo del Café Tortoni la firma Rey y Pego hasta 1943. Es decir, también unos cuantos años el café es regenteado por un mismo dueño. Esta continuidad es muy importante con respecto al punto de vista cultural. Yo quería rescatar este aspecto porque desde 1943 hasta 1956, en esos trece años pasaron 5 ó 6 empresas. Esto provocó, indudablemente, un decaimiento en lo económico y cultural. En 1956 se van a hacer cargo del café, veinte personas, exactamente, una cooperativa que se llamará Gran Café Tortoni srl. Esta Cooperativa va a estar formada por viejos mozos y algunos inversores, entre los cuales estaba el joven Roberto Fanego, por entonces tenía unos veintipico de años, espero que no se enoje, porque por ahí se empiezan a sacar cuentas con la edad...Pero lo nombro a Fanego porque es la cara visible de este Café que desde 1956 se encuentra bajo la dirección de una misma empresa y pienso que hay una suerte de alianza entre la cultura, el tiempo y el espacio, y en este sentido, indudablemente, el Café Tortoni es un lugar de Buenos Aires donde la cultura está presente nuevamente a partir de 1956 hasta la fecha y plenamente vigente.
Ahora... ¿Qué nexo existe entre el Café Tortoni y el Café Izmir, el exótico Café Izmir? Bien… en 1920 Rafael Alejandro Alboger llega desde Turquía, desde la ciudad de Izmir a Buenos Aires y se ubica en la calle 25 de Mayo, en ésta, Reconquista y sus alrededores se ubicaba, generalmente, la inmigración que llegaba desde Europa desde aquella zona. Alboger se instala en ese lugar junto con unos amigos. Él había sido lustrabotas en su ciudad natal, Izmir. De manera tal que llega acá en 1920, contando nada más que con 18 años. ¿Y adónde se dirige? Al Café Tortoni. Empieza a ser lustrabotas del Café, al poco tiempo mozo y finalmente mêtre. Esta es una de las relaciones y vínculo importante en este relato, verán ustedes porqué. Porque estos datos expresados serían de escasa importancia de no ser que Rafael Alejandro Alboger, unos años después, se va a convertir en dueño del Café Izmir.
Sigamos adelante… en 1931 llega también de Izmir un hermano menor de Rafael Alejandro, Yaco Alboher. Llega a Buenos Aires y por mediación de su hermano ingresa también a trabajar al Café Tortoni, primero haciendo tareas generales y luego como mozo. Por lo tanto la familia Alboher tiene esta doble conexión con el tema que nos ocupa: el hermano mayor Rafael Alejandro trabajó aquí y luego será dueño del Izmir y su hermano menor, que quedó como mozo, con el tiempo, en 1956, se transformará en uno de los accionistas del Gran Café Tortoni srl.
Mencionemos también que la historia tiene un punto de contacto con Leopoldo Marechal en este mismo lugar, acá donde nosotros estamos y también en otro barrio. ¿Por qué? Leopoldo Marechal, como parte de la generación martinfierrista participó de la Peña del Tortoni, que fue inaugurada en 1926, aquí en la bodega. Seguramente aquí se cruzaron en algún momento Rafael Alejandro Alboger y Leopoldo Marechal, quien a pesar de haber nacido en Almagro, en la Calle Humahuaca, a los pocos años fue a vivir a la calle actual tres Arroyos: por entonces Monte Egmont, y era vecino de Villa Crespo. Por lo tanto, fíjense ustedes la relaciones que hay en toda este tema. Leopoldo Marechal y Rafael Alejandro Alboger, cada uno desde su lugar, coexistieron en el Tortoni, luego el literato escribirá en el Adán Buenosayres sobre el Café Izmir, del que el turco Alboger fue dueño.
Qué podemos decir del lugar donde se encontraba el Café Izmir: Villa Crespo. El mismo Leopoldo Marechal nos dice en "La Batalla de José Luna": "Entre las mil ciudades que abajo en la tierra perfuman el
éter con el humo de sus chimeneas existe una. Se llama Buenos Aires. ¿Es mejor o peor que otras? Ni mejor ni peor. Sin embargo los hombres han construido allí un barrio inefable que responde al nombre de Villa Crespo."
Allí, en Villa Crespo, estaba y está, la calle Gurruchaga, que fue considerada por otros escritores también como una suerte de "colorido sainete de Vacarezza", así fue mencionada. Cerca de la calle Gurruchaga se encontraba el famosísimo "Conventillo de la Paloma", es allí donde Vacarezza se inspiró para algunos protagonistas de la historia del "Conventillo de la Paloma": eran el turco, el ruso, el gallego, el tano que convivían en ese conventillo de 112 habitaciones.
Gurruchaga estaba nada más que a tres cuadras de ese Conventillo y se parece, a mi juicio, hacia los años '30, '35, '40, por las coincidencias en los relatos, a una calleja de Izmir, de Oriente, implantada en la ciudad de Buenos Aires. Algunos de los testimonios dicen: "la gente se cruzaba de vereda de aquí para allí, como si fuera peatonal, una feria, un mercado persa". Existía una cantidad increíble de vendedores ambulantes de todo tipo, desde los carros que vendían melones, sandías, hasta, quizá lo más importante para la gente que allí vivía, ciertas comidas que eran casi paradisíacas para los sefaradíes. La Calle Gurruchaga era prácticamente un reducto sefaradí. Los vendedores voceaban la mercadería, por ejemplo: reshas, sham malí, mulupitas, boios, burekitas, kadaif, baklavá, en fin... palabras que indudablemente al oído del criollo, del porteño, tal vez no tuvieran demasiado sentido, pero sí...hay mucha gente que conoce, seguramente. ¿De que se trata? En general de comidas dulces orientales. Aparte había vendedores que se dedicaban a la venta de otros alimentos menos elaborados como huevos duros…parece increíble…almendras tostadas, semillitas saladas de girasol y zapallo, castañas. En fin… Los vendedores ambulantes se encontraban ahí pululando de un lado al otro y fundamentalmente paraban mucho en el Café Izmir.
Allí, en la calle Gurruchaga, esta calleja Oriental, casi que podemos decir trasladada de Esmirna a Buenos Aires, se hallaba, se erguía altivo, el Café Izmir. No era el único café en la zona, obviamente hubo otros cafés como el de Franco, el Café Oriente, etc. Pero sí, sin duda fue el café más famoso.
¿Qué ocurre por entonces? Rafael Alejandro Alboger, hacia fines de la década del '30 tiene que salir de este ámbito del Café Tortoni para hacerse cargo del Café Izmir, café que había sido fundado por la familia Danón hacia mediados de la década del '30, café que fue construido sobre la base de tres habitaciones de un inquilinato y que se encuentra exactamente en Gurruchuga 432. Alboger llega y se hace cargo de un café de otras características al que estaba acostumbrado, totalmente diferente, porque aquí en el Tortoni, en cierto sentido, hasta inadvertidamente, se encontraba rodeado de cultura. Acá mismo también en 1927 cantó Carlos Gardel, estuvo Marcelo T de Alvear, Alfonsina Storni, en fin ustedes saben todas las figuras de gran importancia que pasaron por aquí. Y Rafael Alejandro Alboger va a otro espacio, otro ámbito, el Café Izmir, donde se encontraría con una cantidad de -yo diría- muchedumbres mayoritariamente humildes que sentían una gran nostalgia por aquellos lugares de donde venían, de miles de kilómetros. Este era un ámbito distinto...
¿Y cómo era la personalidad de Alboger? Porque en este café convivían diferentes etnias: sefaradíes, griegos, armenios, árabes, etc. Tenía que tener una personalidad muy especial. Yo lo conocí como nieto, pero para mí era simplemente mi abuelo y jamás pensé que cuando comenzara a relevar los datos me iba a encontrar con semejantes afirmaciones. Escuchen ustedes brevemente lo que comentaban algunos de los testimonios: "Alboger dominaba todo, era una suerte de caudillo o sacerdote laico, un hombre que inspiraba respeto, simpático, muy simpático, demostraba haber vivido mucho, tenía lo que llamamos estaño, que era el lugar donde en el café uno se apoya y se entera de todas las cosas, las buenas y las malas, donde se daban consejos y se adquiere experiencia, él había vivido." Esto lo afirmaba el Dr. Alvarez Estrada, que justamente era el dueño, en aquel entonces, del predio del café. Y coincidiendo con esta afirmación sobre la personalidad de Alboger otro testimonio dice, aunque de un modo un tanto hollywoodense: "Alboger tenía un tipo de presencia no se como decirte, viste las películas americanas que el dueño del bar o del cabarute es un tipo bien plantado, así lo veía yo a este Sr. Alejandro Alboger, era un tipo que no se le iba a ir de las manos si había algún despelote dentro de ese café".
Bien…, esta era la personalidad de Alboger, saliendo de un recinto culto e importante como el Tortoni e ingresando al Izmir. El Café Izmir, allí en Gurruchaga, tiene una entrada muy sencilla, digo tiene porque sigue existiendo, aunque con las cortinas bajas. Es una estructura rectangular, muy sencilla, con dos ventanales, un par de puertas vaivén… no daba idea, realmente, para una persona que no fuera del barrio, al pasar por las puertas del Café Izmir, que en realidad dentro se vivía un ambiente mágico.
Voy a contar una breve anécdota que tiene un tinte social. Algunos de los testimonios cuentan que una persona se sentaba, uno de los parroquianos, ahí, en la ventana del Izmir a la mañana y leía el diario al revés, tenía esa virtud, entonces los parroquianos ante el don que tenía este compatriota lo rodeaban. Muchos de éstos eran por aquella época, tal vez, semi-analfabetos, entonces se enteraban de las noticias del mundo y de Buenos Aires a través de este señor que leía en el Izmir el diario al revés.
Los tiempos en el Izmir estaban bien marcados: las mañanas eran muy tranquilas, generalmente los habitués trabajaban y a partir del mediodía y la tarde comenzaba lo que tiene que ver con el entretenimiento y el ocio, fundamentalmente a través del juego de cartas como, por ejemplo, la pastra, la loba y un juego llamado table, similar al backgamon, que es como una cajita de madera sobre la que tiraban los dados. Allí se entretenían...
Pero verdaderamente lo que era notable en el Izmir eran sus comidas. Algo característico era el mezé. ¿Qué es ésto? Vamos a traducirlo, es como una "picadita" porteña. Tenía varios platitos, aceitunas, pepinos, rabanitos, queso blanco de cabra, etc, etc. Inclusive regado profusamente por el rakí, que es al anís seco, que muchas veces era convertido en un líquido de aspecto lechoso, cuando le agregaban algunas gotas de agua. Estas eran las comidas frías. Algo increíble ocurría cuando uno entraba al Izmir, lo invadía el humo, era impresionante, yo recuerdo haberlo vivido en la década del '50, y los testimonios lo confirman, el humo del tabaco, pero mezclado con el humo de la cocina de alguna de las comidas ya más preparadas. Lo característico eran lo shishes o shishkevá. ¿De qué se trata? Esta comida es para explicarlo así, simplemente, una suerte de brochette que se hacía con unos pinches metálicos donde se colocaban albóndigas o trozos de hígado o de cordero y se comía al plato o bien en una pita, o sea en un pan árabe, al que muchas veces le agregaban una especie de ensalada que se escurría y la gente se manchaba. Bueno, el humo de los shishes y el humo del tabaco invadían el local.
Y allí se tenía que abrir paso la música, otras de las características importantísimas del café. ¡La música en el Café Izmir! Rafael Alejandro Alboger tenía una importantísima colección de discos de pasta turcos y griegos. Así que eran los discos que se habían escuchado en Oriente. Ahora nosotros, si a ustedes les parece bien, vamos a escuchar algunos breves fragmentos de unos discos de pasta que son una reliquia realmente, mejorados para ser escuchados, porque tienen más de 50 años. Y no son discos de música oriental simplemente, son los discos, pasados a CD hoy, los discos del Café Izmir. Son fragmentos de tres canciones:
Comenzamos... Bien… esta es... voy a ver si lo pronuncio bien: OIUN HAVASI, sería "aires de danza", cantado por Susan Yakar Rutkay…
El próximo fragmento es algo particular porque nos muestra también un disco de pasta del Café Izmir, pero ahora en vez de una canción de música turca escucharemos una canción que tiene que ver con la música griega. Es un Kalamatianó, o sea, música folklórica griega que tiene características un tanto diferentes como ustedes van a apreciar…
Ahora hay una "perlita" también. El Tema que vamos a escuchar no es extraído de un disco de pasta del Izmir, pero sí lo interesante es que parte de la orquesta que toca en esta canción, que es un Chiftetelli, es decir una canción típica de Turquía, tiene dos músicos que integran este conjunto que van a escuchar, que fueron músicos del Café Izmir, que formaron parte de las orquestas del Café. Uno tocando el violín y cantando: Nicolás Kirlis y el otro: Markarian, que tocaba el kanún, un instrumento ejecutado con plectros. Así que vamos a escuchar este chiftetelli por músicos de las orquestas que tocaban en el Café Izmir. Por favor...
Bien... esta era la música que se escuchaba de los discos de pasta del Café Izmir, supongo que a través de un Winco o alguno de esos aparatos. ¿No? Hay un tema, un fragmento que me gustaría que escuchemos que me ha facilitado la señorita Laura Esteve y el Sr. Findik de la Embajada de Turquía. Mi interés era escuchar un Chiftetelli, pero ya con la idea de lo que podía ser la canción, el ritmo, no a través de los discos de pasta, que están muy viejos y es un sonido muy plano, sino a través de un CD, para darnos una idea más clara de lo que podía ser la base rítmica de estas canciones y de esta música tan interesante.
Por favor... Este es un fragmento de un Chiftetelli llamado Asena y nos da una idea de lo que se podía vivir allí dentro del Café Izmir…
Diferentes etnias, repetimos, sefaradíes, armenios, griegos, árabes y los comentarios también de los testimonios: "Sin odios, en paz". "Sin odios en paz." Sin odios, en paz." Repetidamente esto es lo que se escucha. Pensemos que ésto, hacia la década de fines del '30, el '40, durante la segunda guerra mundial, durante una serie de conflictos de toda índole. Que en un café se encontraran distintas nacionalidades y pudieran convivir es realmente extraordinario.
Indudablemente una de las formas de comunicarse era a través del turco, que era el "idioma" que tenían en el Imperio Otomano, luego Turquía, desde donde provenían muchas de esas comunidades, y además a través de la "música" y el "baile", sobre todo el Chiftetelli turco. Esto más los entretenimientos y las comidas era lo que unía a estas diferentes etnias en el café.
Pero verdaderamente yo creo que lo más sorprendente eran las llamadas "Nochadas del Izmir", las noches del Izmir. Había un día por semana martes o jueves y fundamentalmente los sábados y domingos cuando se armaban las "farras", digamos. Este "era un acontecimiento barrial". En la calle Gurruchaga se juntaba el barrio cuando llegaba la orquesta, ya no eran los discos de pasta, era la orquesta con las bailarinas. Voy a leer dos breves fragmentos de dos testimonios que me han dado y realmente me parecen muy interesantes para ilustrar ésto: "Cerraban las ventanas, pero tenían las cortinas y siempre algún gauchito que las corría un poquito y se veía", asegura Nicolás D. Hay gente que no quiere que aparezca el apellido, pero es el testimonio de Nicolás. Otro dice: "No había lugar, era todo como cancha de Atlanta, lleno hasta el fondo, era una cosa impresionante, me impactaba ver llegar al Izmir a los músicos que tenían un pequeño tabladito en el medio y la mina (bailarina) estaba vestida con todo dorado con perlas, todas agarradas hasta acá, el corpiño, se le veía el pupi (señalaba el ombligo) y con una bombacha de gasa y bailando descalza."
Increíble. Esas eran un poco las "nochadas" del Izmir. Fueron célebres algunas bailarinas, odaliscas podemos llamarles: Madamme Jannette, Milí, las Livías. Flora, Madamme Flash. Pero también los hombres. Los hombres también bailaban. Voy a señalar a dos importantes, también muy mencionados en los testimonios. Uno era Abraham Sadrinas, que bailaba con una botella en la cabeza, haciendo equilibrio y con un par de cucharas, a modo de castañuelas. ¡Espectacular! Y otro que también parece que era extraordinario: Elías Bajar, renombrado bailarín en el Izmir.
Señalaremos lo siguiente: no solamente los sefaradíes de habla castellana, que eran mayoría en el café, hablaban el turco allí, sino que el idioma original madre era el ladino o Djudezmo, que tuvieron en España y lo conservaron y lo atesoraron, y mientras algunos hombres se deleitaban con la música turca como escuchamos, en el café Izmir, las mujeres fueron las que de alguna forma trataron de preservar el cancionero que venía de los viejos romances españoles, que fueron enriqueciéndose a través de los años en los distintos países donde fueron los sefaradíes, posterior a la expulsión de España, a fines del siglo XV. Los refranes, los dichos, innumerables. Yo digo que muchos testimonios y grandes personalidades confirman la alegría de los sefaradíes. Y hay un refrán que me llamó mucho la atención que dice: "El turco (sefaradí) no tiene leyes, tiene refranes". Un refrán para cada cosa del día. Cada acción del día tenía un determinado refrán, un determinado dicho.
Vamos ha comentar otros dos aspectos interesantes...: el "orgullo" que tenían los sefaradíes por este Café, mencionado no solamente por los habitués sino por los hijos de los habitués. Y tenían realmente un gran sentido de pertenencia a este Café. Aparte llegaban de muchos lugares, no solamente de los alrededores de Villa Crespo sino de Flores, de Palermo, del Centro, de la Boca, del interior del país e inclusive de la ciudad de Montevideo. Y dicen también los testimonios: "El Izmir fue su segundo hogar (se refería un hijo sobre el padre) por más de treinta años". Otro asegura: "Mi papá iba siempre a ese café, estaban él, sus amigos, todos los que vivían en esa cuadra y sus alrededores. Todos paraban ahí a la tardecita a tomar un café, a charlar de algunas cosas que sucedían en su época." Otros comentan: "El Izmir era el más poderoso, el más frecuentado, el más conocido, todos los turcos iban, días de semana y fines de semana también. Alboger tenía el café siempre lleno, en vez de ir al cine, se decía...me voy de Alboger, me siento ahí dos horas, veo bailar, era el lugar para encontrase y hablar de todo."
Parte de la revista, del cuaderno Nº 9 del Café Tortoni nos introdujo en la temática del Café como lugar de encuentro. Indudablemente el Tortoni ha sido y es un café de encuentro, importantísimo, por suerte vigente todavía. Como decía el Arq. Spinetto hace un rato, lamentablemente el Café Izmir ha cerrado en octubre de 2000, sin embargo, agregaremos a lo todo lo dicho que ha sido mencionado como "Institución y Secretaría Informal de la Comunidad", entre los "39 Cafés Notables de la Ciudad de Buenos Aires" en el año 2000 y también citado por la Guía Total de Buenos Aires 2000 como "Emblema Porteño".
El Izmir, Institución, Café Notable y Emblema Porteño, en verdad cambió mucho de características cuando falleciera Rafael Alejandro Alboger en 1965. Sus yernos se hicieron cargo del café durante cuatro años hasta que, efectivamente, en 1969 la familia asturiana Rodríguez compró el fondo de comercio. Por lo tanto el café por muchas razones tuvo transformaciones: el cambio de estilo, el cambio de dueño, el cambio de sociedad. Así que en el último cuarto de siglo ya los turcos prácticamente no iban, se encontraba gente que tenía que ver con las oficinas del lugar, con las empresas...
Yo diría que hoy, para finalizar, nos podría pasar, tal vez, como le ocurrió al personaje de Leopoldo Marechal, Adán Buenosayres, que se metió en la pulpa de la noche, una noche lluviosa, un día muy especial y le pareció que el Café Izmir estaba cerrado, con las persianas bajas y, sin embargo, sintió, percibió el olor del "anís dulce y del tabaco" y "una canción asiática salmodiada por cierta voz sobre un fondo musical de laúd o de cítara." Tal vez hoy a nosotros nos pueda ocurrir que pasando por la calle Gurruchaga encontremos las persianas bajas del Café Izmir, persianas oxidadas, enmohecidas; y nos encontremos, pensemos… ubiquémonos… en ese interior húmedo, de paredes descascaradas y que, sin embargo, atesoran otros tiempos, quizás podamos concentrarnos y tratar de escuchar las voces, los murmullos, las palmas, las músicas que ahí tocaban y el movimiento de las odaliscas, y las risas, y seguramente y sobre todo, los sueños y las utopías de aquellos días tan distintos y lejanos. Digo, nosotros nos convertimos hoy, y esta era un poco mi obligación, convertirnos en custodios de la memoria de este tipo de Instituciones. En tanto, pienso, duendes de otros tiempos que merodeen, tal vez, la calle Gurruchaga, echen un vistazo dolorido al umbral de entrada del viejo Café Izmir y quizás esperando un milagro sacudan las persianas del famoso y eterno Café Izmir. ¡Gracias…!"
Cierre del Acto: Palabras del Arq. Spinetto: "Bueno... agradecemos la presencia de todos ustedes, aprovecho para nombrar a la arquitecta Amanda Fernández, de la Comisión de Cafés Notables, que nos ha acompañado y agradecerle a Carlos Szwarcer este momento, yo diría, bellísimo y erudito que nos ha permitido compartir con él a través de sus palabras. Así que muchas gracias a todos los que hoy han estado aquí. Gracias Lily Sosa. Gracias Carlos."
Algunas publicaciones sobre el mismo tema:
Szwarcer, Carlos, "El Café Izmir", Todo es Historia Nº 422, Septiembre de 2002. Buenos Aires. Argentina.
Szwarcer, Carlos, "El Tortoni y el Izmir - un nexo para la historia -". Cuadernos del Tortoni Nº 9. Pág.1 a 9. Abril de 2003. Buenos Aires. Argentina.
Szwarcer, Carlos, "Gurruchaga entre Izmir y Sefarad". Raíces Nº 62. Año XIX. Marzo de 2005. Sefarad Editores. Madrid. España.

Carlos Szwarcer
* Extracto de la Conferencia pronunciada por el autor. Derechos Reservados.